Conoce más de la historia de este municipio del sur de Tamaulipas

Podrás disfrutar de sus lugares turísticos, así como también de su rica gastronomía donde destaca la inigualable cecina; carne preparada con limón y sal, y sin faltar las artesanías de Congregación Fortines.

Parroquia del señor San José, símbolo de Antiguo Morelos

Este monumento protegido por el INAH se cree comenzó a construirse a principios del siglo XIX. En el año de 1879 don Eduardo Almazán, Presidente municipal de aquel entonces, mando construir la torre de la iglesia.

Página oficial del Cronista adjunto de Antiguo Morelos

El objetivo de este blog es dar a conocer los hechos históricos, anécdotas, personajes, lugares turísticos, etc. de este municipio.

viernes, 18 de septiembre de 2015

El Primer encuentro de cronistas e historiadores de Tamaulipas

Marvin Huerta, cronista adjunto de Antiguo Morelos junto a los cronistas de Burgos, Llera y Tula

Por: Ambrocio López Gutiérrez
Fecha:2015-03-13


Investigadores, docentes y estudiantes de la máxima casa de estudios de la entidad tuvieron una brillante participación en el Primer Encuentro de Cronistas e Historiadores organizado por el Gobierno del Estado, a través del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes (ITCA) y por la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT), a través del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), desarrollado recientemente en el auditorio del Museo Regional de Historia.
Correspondió a la titular del ITCA, Libertad García Cabriales, la Inauguración y las palabras de bienvenida con las que felicitó a los organizadores por lograr congregar a los amantes de la historia de diferentes rumbos de la entidad; ella estuvo acompañada por la titular del IIH-UAT, Laura del Consuelo Hernández Montemayor, por el director del MRHT, José Carlos Mora García; por Pedro Alonso Pérez, presidente de la Sociedad Tamaulipeca de Historia, y de otras personalidades.
De la Conferencia: El Cronista frente al Espejo de la Historia, por el historiador Octavio Herrera Pérez pasaron a la Mesa 1: Patrimonio Cultural de Tamaulipas, donde participaron: Alejandro Rosales Lugo; Personajes y Arquitectura en la Ciudad. (Victoria); Clara García Sáez; De Tamaulipas a Tamatán, La Construcción de un Paisaje Como Patrimonio, (Victoria); J. León Rodríguez. Monumento al General Alberto Carrera Torres. (Bustamante); Carlos Rugerio Cáceres; Carlos Flores Marini en Tamaulipas. (Guerrero); Tomás Reséndez González. La Soberanía de Tamaulipas. (Victoria); Moderador: Benito Navarro González.
En la Mesa 2: Los Cronistas Cuentan la Historia, participaron: Francisco Castellanos. Altamira Heroica (Altamira); Marvin Huerta Márquez; Baltazar Morelos; Siglo XIX, (Antiguo Morelos); Julián Zúñiga Treviño. Burgos, Tierra de Gente Grande (Burgos); José Ascención Maldonado Martínez; Fundación de Llera y la Pretensión de Cambiarle el Nombre Original. (Llera); Raúl González Zapata; Utilidad del Archivo Histórico de Tula, Para la Reconstrucción de su Historia. (Tula); Moderador: José Domingo de la Cruz Pérez; en la sesión vespertina se presentó la Conferencia: Las Sociedades de Historia, a cargo de Pedro Alonso.
En el mismo sitio tuvo lugar la presentación de la Revista Septentrión (Números 7 y 8) con la presencia de Laura Hernández Montemayor, Miguel Rubiano Reyna y Baldomero González Sotelo); luego se pasó a la Mesa 3: Los Cronistas en su Tinta, con Mario López Paredes; Crónica de un Médico Rural, (Padilla); Héctor Zúñiga; Jaumave y su Historia (Jaumave); Guillermo Rubio Gomara; Soto la Marina en la Guerra de Independencia y Post Independencia (Soto la Marina); Javier Mendoza Urbina; La Casa de José de Escandón (Jiménez); Víctor Ervey Moreno Hernández; La Cruz de Caravaca en Palmillas (Palmillas; enseguida se verificó la presentación de la Revista Tamatán 2 a cargo de Francisco Ramos Aguirre.
La programación del encuentro incluyó la mesa 4: Los Muertos Hablan; Archivos y Memoria; Andrés Cuéllar; Propuesta Editorial para la Historia Municipal (Matamoros); Norma Débora Treviño Vázquez; Sistematización del Acervo de Imágenes del CBTIS 24 (Victoria); Baldomero González Sotelo; Documentos para la Historia de Tamaulipas; Serie Ayuntamientos del Fondo AGHET (Victoria); Jaime Rodríguez Sánchez; El Patrimonio Histórico y Documental; Los Papeles del Banco de Tamaulipas (Victoria); Juan Díaz Rodríguez; Archivo Municipal de Llera (Victoria); Moderador: José Manuel Porras Martínez.
La Mesa 5: El Noreste Mexicano: Sergio Reséndiz Boone; Juan Antonio de la Fuente: Defensor de la Soberanía y Forjador del Estado Laico (Saltillo); Elvia Guadalupe Morales García; La Tradición del Vino en Parras de la Fuente (Parras, Coahuila); Antonio Guerrero Aguilar; Sabia Virtud de Conocer la Crónica (Santa Catarina, Nuevo León); arqueólogo Gustavo Ramírez Castilla; Los Indios de la Sierra Madre (Victoria); Graciela España Lozano; Alfonso de León (Monterrey); en ese marco tuvo lugar la presentación del libro: Indígenas del Delta del Río Bravo, de Martín Salinas Rivera (Reynosa).
Mesa 6: Historias en el Tintero: Mireya Peña Razo; Rapto de la Mujer (Victoria); Mario Dix Salazar; El contrabando de armas en la frontera norte de Tamaulipas; (Victoria); Marco Antonio Torres Méndez; El Fenómeno del Abigeato en la Frontera Norte 1871-1910 (Victoria); Manuel Manzano Castillo; Las Compañías Gordon y Watson en Tampico (Victoria); Fernando Olvera Charles; Los Pobladores Indios de las Márgenes del Río Grande y su Incorporación al Proceso Colonizador de Nuevo Santander, Siglo XVIII (Victoria). Moderador: Benito Navarro.
Mesa 7: Educación y Sociedad: Yessenia Flores Méndez; “Vayamos con todo cariño a laborar por la educación del campesino”; Orígenes y Desarrollo de la Escuela Normal Rural de Tamatán, Tamaulipas (Tula); Luisa Álvarez Cervantes; Historiografía de la Educación en Tamaulipas (Victoria); Arcadio García Cantú; En Busca de la Historia del Presente y lo Cercano (Victoria); Rosalba Dávila de Cuéllar; Sociedad Tamaulipeca de Historia, Geografía y Estadística de Matamoros, AC (Matamoros); Francisca Estrada Lara; La Educación en Gómez Farías (Gómez Farías); Moderador: José Domingo de la Cruz Pérez.
Mesa 8: Puras Historias: Enrique González Filizola; Escenografía Histórica Victorense: Un Efímero y Cambiante Patrimonio Tamaulipeco (Victoria) Juan Pedro Báez Terán; Tierra y Libertad; Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Tamaulipas (Victoria); Rolando Arturo Contreras y Navarro. ¿Y la Historia Qué? (Reynosa); José María García Báez; La Sauteña. (Río Bravo); Moderador: Francisco Mendoza.
Profesores, cronistas y estudiantes que participaron en el encuentro valoraron positivamente que la UAT, bajo la conducción del Rector Enrique Etienne Pérez del Río, auspicie junto a otras instituciones este tipo de encuentros donde es posible intercambiar saberes producto de la investigación científica profesional, resultados del trabajo de tesistas de licenciatura y posgrado, junto a las valiosas aportaciones de los cronistas de las villas y ciudades tamaulipecas.
Habría que valorar el trabajo de JCMG, director del Museo Regional de Historia de Tamaulipas quien, junto a un equipo profesional, logró reunir por primera vez a posgraduados, licenciados, estudiantes, cronistas y amantes del acontecer histórico para intercambiar experiencias en torno a múltiples temas de interés general; entre muchos cronistas de diferentes localidades participaron el victorense Gustavo Adolfo García Paz y el vallehermosense Agustín Ávila Gaviña.

Correo: amlogtz@prodigy.net.mx

Andanzas por la Huasteca tamaulipeca: Tampemol-Baltazar-Antiguo Morelos



25 agosto, 2015

Tengo ya casi una hora de estar hablando ante un selecto y nutrido público de parroquianos de Antiguo Morelos, cuando de repente suena con un tono grave un solo campanazo, desde la cercana torre de la parroquia de San José; se hace una pausa y nuevamente suena otra vez la campana. En ese momento uno de los asistentes me pregunta que si tengo idea de lo que aquél sonido significa, y tuve que confesar con franqueza que lo ignoraba. Resulta que es el modo en que los lugareños anuncian que alguien ha fallecido apenas unos momentos atrás. Es una costumbre ancestral del anuncio de la muerte que aún se conserva en esta pequeña comunidad tamaulipeca, ante lo que todos guardan respeto y hace recordar que alguna vez esa campana sonará por nosotros mismos, haciendo desaparecer en un solo acto actitudes humildes o de arrogancia, las que suelen caracterizar a la naturaleza humana, predominando generalmente esta última.

Luego de este episodio mi charla continuó sin que el público se impacientara. Mientras, afuera el bochorno de un calor por encima de los 40 grados centígrados (el evento había comenzado, ¡a las cuatro de la tarde!), dejó pasó a una tormenta que parecía que el cielo se caía encima. Finalmente la lluvia cesó e imperó el fresco, y tras tres horas y media de continua narrativa, di por concluida mi intervención, sin que uno solo de los asistentes hubiese abandonado su lugar, y que en varias ocasiones me pidieron extenderme en algunos de los temas abordados. En esencia la temática de mi presentación tuvo que ver con una de las áreas de mi interés profesional, como lo es el conocimiento de la historia y la cultura regional de Tamaulipas, que en esta ocasión fue para dar un panorama sobre esta parte del territorio de la entidad, enclavado en lo que llamamos la Huasteca. Y vaya que temas había muchos de los cuales echar mano, como también es sorprendente constatar el interés de la gente por escuchar y conocer acerca del pasado de su terruño y de las tareas por hacer para que ese legado siga presente y aun trascienda hacia el futuro, como es prueba tangible la inquietud que predomina en la comunidad de Antiguo Morelos.

De entrada la geografía se impone. Ya que este municipio en un extenso valle flanqueado por sendas cordilleras de la Sierra Madre Oriental: la sierra de Tanchipa o de Cucharas y la sierra de Tamalabe, Nicolás Pérez o Tanchahuil; escenario colindante con uno de los núcleos montañosos donde ocurrió uno de los procesos de la génesis agrícola en el México antiguo y por tanto de la cimentación originaria de la cultura mesoamericana. Más tarde, tanto en este valle como en la colindante llanura del río Mante como en el valle paralelo de Mesillas (Nuevo Morelos), arraigarían los pueblos de lengua mayense, de la rama teenek, conocidos como los huastecos, cuya presencia ha sobrevivido hasta nuestros días en los vecinos estados de San Luis Potosí, Hidalgo y Veracruz. Aquí en el sur de Tamaulipas la irrupción de la guerra chichimeca entre los siglos XV y XVII hizo que los pueblos huastecos septentrionales se colapsaran y más tarde, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la región fuera ocupada principalmente con población mestiza. Tampemol se llamó el pueblo huasteco que identifica a Antiguo Morelos, aunque en realidad hubo varias aldeas huastecas en distintos puntos del valle. Y, como suele suceder, una habilitación ganadera del sitio donde se encontraba este asentamiento, fue barrido hace años por maquinaria pesada para nivelar el terreno. Caso contrario al sitio donde se encontraban los pueblos de Tantchin o Camalauche (Mesillas/Nuevo Morelos), que ya en tiempos modernos se identificó con la nomenclatura de Vista hermosa, donde en la década de 1970 Guy y Claudé Stresser Péan realizaron una valiosa excavación arqueológica que reportó excelentes resultados, así como la recuperación de varias piezas de extraordinaria belleza, algunas de las cuales se exhiben hoy en la sala del Golfo de México del Museo Nacional de Antropología; aunque destruido más tarde por buscadores de “tesoros”.

Durante el siglo XVII, la frontera novohispana configuró en esta región un par de grandes propiedades, cuya presencia se prolongó hasta entrado el siglo XX; de esa extensión temporal son los procesos históricos y así hay que estudiarlos, desde la óptica de la metodología del quehacer histórico, al momento de relacionarlos con los acontecimientos de la configuración regional a detalle. Una de ellas fueron los Sitios de la Huasteca/San Juan Evangelista del Mezquite, al oriente de la sierra de Tanchipa, y la otra, al occidente de esta sierra, la hacienda de San Ignacio del Buey. En el primer caso, luego de pertenecer a varios propietarios, acabó siendo de Manuel Rojo y Veyra, arzobispo de Manila, quien cedió a José de Escandón la región del Mante, para la dotación de tierras a los colonos de la ciudad de Horcasitas en 1762 (Magiscatzin/González), quienes cruzaron el Abra de Tanchipa, donde se configuró la comunidad de Baltazar, desde 1765. El problema fue que esas tierras eran del latifundio del Buey, perteneciente al fondo piadoso de Californias, por lo que sus vecinos debían pagarle renta. No obstante, en 1816 el gobernador Juan de Echeandía, en base al padrón hecho por el coronel Juan Quintero, sugirió al comandante Joaquín de Arredondo la formalización de una villa, que de facto se estableció en 1821, y de jure en 1828, por decreto del congreso del estado, permutando su nombre al de villa de Morelos. Y aunque el 1830 el Gobierno de Tamaulipas les dotó de un fundo legal, debió negociarse formalmente hasta 1842, con el acuerdo de la hacienda de San Ignacio del Buey, que cedió una legua en cuadro para esta población, por parte del nuevo propietario de la hacienda, Felipe Neri del Berrio, quien traspasaría poco más tarde la propiedad a Domingo Rascón.

Y como la gente siempre busca mejorías, la escasez de agua en Morelos hizo que muchos de sus vecinos cruzaran la sierra de Tanchaguil y solicitaran en 1861 reubicar los poderes municipales en la congregación de Mesillas (Nuevo Morelos), a lo que convino el gobernador Juan José de la Garza. Y aunque apenas se había disipado la Guerra de Reforma, con la separación de la iglesia del estado, el punto de resistencia a esta permuta por parte de unos vecinos disidentes, fue que se quisieron llevar las campanas de la modesta iglesia de San José. Entonces ardió Troya, y no hubo más remedio que crear dos Morelos, con sendas cabeceras municipales: el Antiguo y el Nuevo. En seguida ambas comunidades vivieron la experiencia de la guerra patriótica contra la intervención francesa, y al encontrarse sobre el eje comercial entre Tampico y San Luis Potosí, en la década de 1870 cruzó por ambas villas un camino carretero hacia San Luis Potosí.

Ya en el siglo XX, durante la reconstrucción posrevolucionaria ambos Morelos sufrieron las consecuencias de una guerra civil inconclusa, al ser presa de la guerrilla carrerista y cedillista, que obligó a sus habitantes a abandonar sus pueblos en 1918. La repoblación comenzaría paulatinamente dos años más tarde. Otro episodio relevante fue el auge que se experimentó aquí en las décadas de 1930 a 1960, como resultado del paso de la Carretera Panamericana y la carretera Tampico-Barra de Navidad. Ligada su economía a la agricultura, ambos municipios disfrutaron del auge cañero y tomatero, pero hoy en día esta actividad está francamente en picada, por el abandono que han hecho del campo los gobiernos nacionales, entregados a la dinámica del neoliberalismo. Algo paradójico, por la excelente calidad de las tierras de que se dispone en esta región y el interés de su gente en tener oportunidades de trabajo, como lo demuestran plenamente los artesanos de congregación Fortines, que elaboran verdaderas joyas de un arte utilitario de gran valía para los hogares, como son sillas, sillones y toda clase de objetos similares.

En esta andanza en la Huasteca tuve otra grata experiencia, como fue palpar el ánimo de su gente ante la realidad que vivimos todos los mexicanos, que a pesar de todo, es esperanzador. El inicio de la reorganización del archivo histórico municipal fue otro gran estímulo para volver a seguir recorriendo las regiones de nuestro estado. Y, sobre todo, el rescate del poste limítrofe de la congregación de Fortines, labrado en un madero de mezquite en 1895, que habrá de formar parte del museo local de Antiguo Morelos, “Policarpo Castillo Almanza”, construido y animado con puro esfuerzo local, felicidades.

ocherrera@uat.edu.mx

Un cura heterodoxo en Santa Bárbara y los Morelos



Por: Dr. Octavio Herrera Pérez

Para cuando comenzó en México el derrumbe del antiguo régimen político, enraizado aún en la época colonial, hacia 1854, y se escuchó el estallido del plan de Ayutla en las montañas del sur del país, en la villa de Santa Bárbara, el presbítero Ramón Lozano cumplía poco más de un año de haberse encargado del ministerio de la parroquia del lugar. El caso fue que a pesar de su formación sacerdotal, seguramente realizada en el seminario de Monterrey, imbuido por la ideología política liberal en boga, se involucró con un grupo de intelectuales y religiosos que pretendían realizar cambios y reformas en la rígida estructura de la Iglesia, entre los que se contaba a Melchor Ocampo, quien alentaba la formación de una Iglesia católica nacional, apartada de los lineamientos provenientes del Vaticano.
Aun con esas aspiraciones, Lozano no abandonó su ministerio, máxime que se desató en el país la Guerra de los Tres Años, entre liberales y conservadores, al ser desconocida por el presidente Ignacio Comonfort la Constitución de 1857. Fue así que Benito Juárez tomó las riendas del gobierno republicano, quien abastionado en el puerto de Veracruz, proclamó las Leyes de Reforma, con las que separaba a la Iglesia del Estado y formalizó la desamortización de los bienes del clero. Por tal motivo el arzobispo de México, Lázaro de la Garza y Ballesteros, en unión de otros prelados, entre los que se contaba al obispo de Linares, Francisco de Paula Verea y González, se opusieron a dichas reformas en 1859, arrojando más leña al fuego.
Pero el noreste, a diferencia del centro del país, estaba en manos de caudillos liberales, por lo que el obispo Verea y González se desdijo un año más tarde, autorizando en los hechos la aplicación de las reformas en su jurisdicción, como así se lo hizo saber al gobernador de Tamaulipas, el licenciado Juan José de la Garza, pero más que por convencimiento lo hizo para salvar en lo mayor posible los intereses de la Iglesia en su región, ya que la derrota de los conservadores parecía inminente, como lo fue. En ese momento fue que el padre Lozano saltó a la palestra, queriendo de entrada combatir una de las costumbres más arraigadas –pero también más transgredidas– de la Iglesia: el celibato. El asunto era que él mismo había procreado tres hijos con Cesaria Quintero, a los que quiso legitimar con su nombre ante el Registro Civil, pero previa solicitud ante la legislatura local en 1861, dada su condición sacerdotal. Como era previsible, esta solicitud se convirtió en toda una argumentación política favorable a los intereses reformistas en curso, lo mismo que una nota de escándalo público, pero de lo que no hubo la menor duda fue que la autorización legislativa fuera unánime. Incluso tuvo repercusión a nivel nacional. Hubo quien opinara que debió haber contraído el matrimonio civil, pero como no tuvo ya el valor, se reconocía la posición de la legislatura; por otra parte, la sociedad de beneficencia pública del valle de Morales, Michoacán extendió un voto de gracias por este acto a la legislatura de Tamaulipas.
Ante esta insólita decisión del párroco de Santa Bárbara, que lo situaba al borde de la expulsión de la Iglesia, pronto fue impugnado por las plumas afines a la clerecía y por el propio obispo de Linares.
Situado en un punto de no retorno, Lozano contradijo a Verea y González, criticó a la burocracia eclesiástica y justificó abiertamente su actitud, al decir: “Tan insolente conducta (del obispo) no puede motivarla la legitimación de mis hijos, porque en sí es buena: el concubinato de que procedieron, porque es tan común a todo el clero del mundo, con rarísimas excepciones que ya no hay prelado que se ocupe de él. Todos mis antecesores en esta parroquia fueron tan frágiles como yo: los más virtuosos y modestos tuvieron hijos que aún viven en la miseria por no haber cumplido sus padres con los deberes de la naturaleza; otros fueron denunciados por escandalosos y adúlteros, y probados los hechos, fueron castigados por la mitra de Monterrey elevándolos a puestos más altos”.
Ya con los puentes rotos, el padre Lozano publicó un amplio documento, en el que propuso la organización de la Iglesia Nacional, “en la que se predicara el evangelio en su más completa pureza”; esto le valdría más tarde el epíteto de “el Hidalgo de la independencia religiosa en México”. Pero no solo se quedó allí, ya que con el apoyo de sus feligreses de Santa Bárbara y Nuevo Morelos, dio por hecho la creación de su propia iglesia, desconociendo su sometimiento a la autoridad de la Iglesia católica, debido al autoritarismo de sus obispos, como bien lo había sentido en carne propia de parte del prelado de Monterrey. Esta iglesia reconocía las Leyes de Reforma y se desligaba también de la autoridad papal, pero conservando los dogmas básicos del catolicismo.
Pero no solo en el nivel eclesiástico tuvo un papel protagónico el padre Lozano, ya que como líder de su comunidad, se puso al frente de sus intereses cuando la ocasión lo demandó. Así sucedió en abril de 1864, en la víspera del arribo inminente de la ofensiva imperialista contra Tamaulipas, cuando el jefe político y comandante militar del Cuarto Distrito, coronel Gabriel Arcos Arreola, con el argumento de requerir reclutar hombres para la resistencia, cometió una serie de tropelías entre las familias de Santa Bárbara, por lo que el pueblo en pleno lo derrocó, asumiendo provisionalmente el mando el presbítero Ramón Lozano. Pero el problema era que la situación política interna en la entidad era pésima, con muchos caudillos arrogándose el poder y estar completamente divididos. Por tal motivo, cuando avanzaron las columnas del general Tomás Mejía y del contraguerrillero francés Charles Dupin sobre el estado, no encontraron resistencia. De esta forma de inmediato el imperio de Maximiliano habilitó a su favor el eje comercial entre Tampico y San Luis Potosí, vía la villa de Santa Bárbara, que pronto fue ocupada por los oficiales imperialistas. Hasta un nuevo párroco llegó, Mr. Chandrón. Pero poco le duró el gusto al francés, ya que en abril de 1865, alentados por Pedro José Méndez, hubo un pronunciamiento de los patriotas de Santa Bárbara, que recuperaron temporalmente la villa, haciendo huir al párroco extranjero, por lo que, seguramente Lozano, dejó escrito un insulto explícito de su puño y letra contra el extranjero usurpador, en uno de los libros de la parroquia.
Tiempo después el padre Lozano estaba ya entregado a la vida civil, incluso fue electo como diputado al congreso local en 1871, aunque más tarde se tienen noticias de que seguía ofreciendo sus servicios espirituales al menos hasta mediados de la década de los setenta y atendía una escuela para treinta niños. También se dedicaba a la labranza del campo, siendo miembro de la Sociedad Mexicana de Agricultura; además fue el promotor para que Santa Bárbara fuera declarada como Ciudad Ocampo. Por último, Lozano se retiró a un pequeño rancho en el municipio de Gómez Farías, donde un contemporáneo, el pastor protestante Samuel A. Purdie, radicado en Antiguo Morelos, lo describió vestido en forma pulcra y distinguida, amén de prodigarle elogios como un férreo opositor al dogmatismo romanista. Una verdadera lucha religiosa a una escala local, como se vería en 1890, cuando el “virtuoso” cura de Santa Bárbara, Agustín Ramos, alentaba a su grey a incendiar las casas de los protestantes; pero eso será otra historia que contar.

ocherrera@uat.edu.mx

Doctor Gabriel Torres Garza, primer profesionista en Antiguo Morelos.


Hijo de una acaudalada familia originaria de Baltazar Morelos. En la juventud su padre don Fermín Torres Hernández lo mandó a estudiar a la capital potosina, en donde se graduó en 1907 como médico cirujano.

EL 6 de junio 1907 presentó su examen profesional y presentó su tesis "tumores epsiteliales del seno" en la facultad de medicina de SLP, asi lo menciona en sus paginas el periódico "El Contemporáneo: diario de la tarde" de la capital potosina de esa fecha.

En 1917 fue nombrado director del hospital "Miguel Otero y Arce", cargo al que renuncio por contender por una diputación federal suplente en 1918, en la que obtuvo el triunfo junto a su compañero de formula. En 1920 se volvio a lanzar, solo que esta vez como candidato titular; pese a ganar la elección del 10 Distrito electoral federal con cabecera en Valles, perdió en la mesa al ser originario de Antiguo Morelos y no de Valles, entre otras irregularidades que sus enemigos políticos presentaron en su contra.
he aquí parte de los debates en la cámara de diputados federal:
"El candidato Ildefonso Peña pide la nulidad de la elección recaída a favor del doctor Torres Garza, por no ser éste originario del Estado de San Luis Potosí, ni vecino de su 10 distrito electoral. Presenta los siguientes documentos: acta notarial del 7 de septiembre del corriente año, en el que los CC. teniente coronel Gustavo Barragán y José Campero, certifican que el C. Gabriel Torres Garza vive en esta ciudad hace más de un año. Certificado con los timbres de ley, en el C. licenciado Rafael Santos Alonzo, senador suplente en funciones por el Estado de San Luis Potosí, hace constar que el C. Gabriel Torres Garza es originario de Antiguo Morelos, Tamaulipas. Copia del acta de matrimonio del C. Torres Garza, en la que aparece ser originario de Antiguo Morelos, Tamaulipas; sin certificar la firma del ciudadano juez 2o. del Estado Civil.
En su vida privada se casó con una joven de origen español de nombre Consuelo Tames, con quien procreo a: Maria Teresa de la Consolación Celia Torres Tames y Jose Gabriel Torres Tames.

 Creo que este antiguomorelense merece su reconocimiento.